En esencia, éste trata de la ficción contable que permite que las CSV puedan contabilizar un pasivo por RV subvalorado en relación a su valor económico, en vez de registrar el valor real comprometido con los pensionados. Las CSV sobreviven gracias a la magia de la contabilidad.
La “quiebra” de Latam es muy probablemente la más grande de la historia del mercado de capitales chileno. Y como tal, el proceso de reestructuración debe tener la menor cantidad posible de “errores”. En esta columna analizaré el contexto y la situación de la compañía, citaré algunas cifras relevantes y, lo más importante –a mi juicio–, plantearé una hipótesis sobre la opacidad del proceso, la que ha llevado al malestar de acreedores y minoritarios, y sugiero algunos cursos de acción.
Los pensionados por renta vitalicia –gran parte analfabetos financieros, como el resto de la población– no tienen idea de cuánto les debe su CSV. Confían, tal como se les vendió la pomada, que tendrán un pago seguro hasta que se mueran. Por algo eligieron esa opción y no el retiro programado. Lo que no saben es que quien les prometió esa renta tiene menos solvencia que quien escribe esta columna.